El Cerco de Zamora

27.12.2022

El primer rey de Castilla y León, D. Fernando I, dividió así sus estados aun en vida. Dio a su hijo mayor, Sancho, la Castilla, que ya se consideraba como reino principal y mejor porción de la herencia; a su hijo segundo, Alfonso, dio León; al tercero, García, el reino de Galicia; a las hijas también les formó un pequeño estado eclesiástico o monacal con el título de infantazgo, que la leyenda decía tener por capital para Urraca la ciudad de Zamora, y para Elvira la de Toro.

Esta repartición fue desacertada y funesta, pues, muerto el padre en 1065, Sancho, en quien encarnaba el pensamiento de la hegemonía castellana, se rebeló contra la voluntad paterna, no tolerando la disgregación del gran reino, y empezó una serie de guerras contra los hermanos, las cuales duraron lo que el corto reinado del ambicioso: ocho años. En estas guerras ayudó al rey de Castilla el famoso caballero D. Rodrigo Díaz, llamado el Cid. Con tan buen vasallo, Sancho atacó a Alfonso, le prendió, le despojó del reino de León, y le permitió buscar un refugio en la corte del rey moro de Toledo; venció también a García, y le quitó la Galicia y Portugal, y por último, sitió a Urraca en Zamora. 

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