
Haciendo dedo a la playa

Normalmente no me atrevía a coger autoestopistas, pero algo en ellos me parecía diferente. Me lo pidieron de una forma tan educada en una gasolinera. El calor apretaba, eran muy jóvenes, de unos diez y ocho diría yo. Estaban sentados en el bordillo con la espalda apoyada en sus mochilas junto a la caseta.
La minifalda vaquera que ella gastaba apenas tapaba un culito que parecía duro y firme y el short de él era tan corto como la falda. Ambos lucían unas piernas preciosas y unas camisetas blancas recortadas que enseñaban sus vientres. Los pies pequeñitos en unas finas sandalias.
Ella levantó su precioso culito del bordillo y se acercó a mí mientras repostaba. Supongo que pensaría que ella era menos amenazadora.
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